La piel se comporta como una barrera; impide el paso de sustancias externas y la liberación de otros elementos cono el agua.
Con el tiempo las células cutáneas se encuentran expuestas de forma progresiva a los estímulos externos e internos que llevan a una pérdida fisiológica de juventud y vitalidad.
La consecuencia es el progresivo envejecimiento de la piel, que se manifiesta con la "pérdida de hidratación y firmeza" y a la que es necesario responder recreando las condiciones de bienestar óptimas presentes en la piel joven.
Para ello juegan un papel fundamental los "osmoprotectores", sustancias presentes en la naturaleza que favorecen el equilibrio y el volumen celular. De esta forma permiten que la piel se defienda de los agentes externos, los principales responsables del envejecimiento cutáneo, y se mantenga la vitalidad celular
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